¿Qué se siente tener ese objeto reciente, ese flamante nuevo modelo, ese "juguete nuevo"?
Creo que todos lo sabemos, ya que hemos convivido con la novedad. Sí. Esa enérgica sensación que nos invade cuando algo desconocido, pero de alguna forma anhelado, nos llega, o también cuando alguien nuevo, novato, llega a alguna parte, como un curso en el colegio o la universidad, un puesto de trabajo, etc.
Parece ser que la novedad va casi hermanada de las impresiones y opiniones, que muchas veces se contrastan (con resultados más o menos armoniosos) con los pensamientos forjados de antemano, a veces, involuntariamente, el llamado pre-juicio, en el buen sentido de la palabra.
Pero sucede con mucha frecuencia de que al poco tiempo de explorar el nuevo modelo, indagar un poco en cómo funciona, y conocer algo a la persona venida, se vuelve a lo de antes, a lo cotidiano, y ese juguete, ese flamante y brillante objeto o persona ya no llama más la atención, porque no cumplía con los estándares de exigencia que se les había pedido, sin comunicárselos, o bien, porque los pre-juicios fueron mezclados con sucios tintes de primeras impresiones, de juicios que dicen que el otro "es" de tal forma, cuando en realidad puede que sólo sea nuestra visión sin sus respectivos y pulidos lentes.
No quiero extenderme mucho en esto último, ya que lo traté el año pasado, en mi antiguo blog, en el tema "Experiencias: La primera vez".
Ahora bien, ¿cuánto dura algo nuevo, antes de que ya no sea visto como nuevo?
Esa pregunta puede tener muchas respuestas, que van a depender de cómo la persona vea lo nuevo, o grupo de personas, si estamos hablando de alguien nuevo en un puesto.
Lo que es seguro, es que cualquier novato debería tener en mente que probablemente sea recibido con una bienvenida, y que si éste no está atento, puede transformarse en una malvenida... Al fin y al cabo, la competencia es dura, y si no se ajusta bien el chaleco antibalas, se arriesga una herida fea, permanente, una etiqueta, puesta por los más experimentados, los "viejos", esos que ya no son novedad, sino que necesitan de la novedad, o mejor aún para ellos, de la ingenuidad, para seguir siendo más viejos...
Pero no seamos injustos. La novedad también puede ser una libertad: Un nuevo hogar, una nueva familia, dejando atrás las picaduras del pasado, un nuevo proyecto exitoso, una nueva mirada, canción, idea, etc.
Y al ir escribiendo todo esto creo haber entendido cuál es el mayor peligro para la novedad: La rutina, esa misma que carcome instantes y consume momentos... Y que no es lo mismo la rutina que una novedad que se vive siempre, aunque sea ya vieja, pero no por ello, menos apasionante.
sábado, mayo 12, 2007
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