Pienso que es prácticamente imposible no vivir con una rutina, no tener una rutina para hacer lo que solemos hacer, y es que necesitamos de un esquema, una agenda, un plan diario para poder desenvolvernos, y en ello la rutina cumple una función como ordenadora, pero es muy fácil caer de esto, una forma de organización, a esquemas anquilosados de planificación, en donde no hay cabida para la innovación y la creación, y que convierte a los momentos en aburridos ratos que pasan... porque pasan.
En el fondo volvemos al tema del equilibrio, el cual es complejo y difícil de lograr, pero es la idea.
Ahora bien, pienso que no todo lo que se suele hacer de una forma y en tiempos determinados es rutina... En esto mucho tiene que ver la forma en que se viven esos lapsos, ya que si siempre está presente el asombro, el contento de vivir los momentos, siempre hay algo nuevo para contemplar y recoger, haciendo un vínculo con el tema anterior: La novedad.
Sí. Si alguien se despierta todos los días a la misma hora para salir a trotar, o alguien suele tomar una pausa en la jornada con un té, y todo ello se hace viviendo el momento, el allí y ahora, pienso que se aleja de lo que se entiende, o yo entiendo, como rutina: Algo que se hace a menudo, como medio automatizado, sin pensar mucho en eso.
La rutina puede ser una peligrosa compañera si no se sabe convivir con ella, ya que se apodera lentamente de los espacios y rincones personales y de los que comparten lugares y minutos., pero al fin y al cabo hay que saber que somos nosotros quienes hacemos nuestra rutina, y no al revés... ¿o no? Eso lo sabes tú mejor que yo.
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