Soledad tiene un trabajo especial, sin horario de entrada y salida, ya que su profesión no encaja con el reloj de la asistencia. Es diseñadora y creadora de tarjetas de distintas clases: Formales, joviales, de aniversarios, de saludos y despedidas, y también las hace en forma personalizada, si el cliente así lo solicita. Ejerce su oficio en forma independiente, sin grandes pretensiones, y no obstante, tiene fieles compradores que le encomiendan sus pedidos.
Como la gente suele mandar tarjetas y cartas en fechas particulares en el calendario, como en los cumpleaños, Navidad y Año Nuevo, la artista debe agrandar sus esfuerzos para cumplir con la demanda.
Es el mes de diciembre, no falta mucho para Navidad, y la diseñadora se siente sola, alejada de sus seres amados, viviendo un invierno blanco, sabiendo que su familia pasa un verano amarillo y radiante. Pero Soledad no debe, no puede detenerse en estos tristes bosquejos mentales. Ha de seguir dando forma a las tarjetas para mandarlas a sus respectivos destinos, más aún en una fecha como esta, de abrir regalos y sorpresas.
Ya es de noche y ella continua envolviendo sus creaciones en sobres de colores, escribiendo cuidadosamente el nombre del remitente y del futuro lector. Debido al cansancio de la faena, Soledad comete un fortuito error en una de las tarjetas, escribiendo la misma persona en el remitente y destinatario. No se percata de su equivocación.
Al llegar la mañana, se coloca el abrigo, calza las botas y los guantes, y lleva la correspondencia al correo, en donde vierte con especial gentileza las cartas, esperando algún tipo de sensible agradecimiento de parte de sus compradores.
Hoy es Navidad, día de regalos a modo de afectuosas respuestas, y Soledad no ha tenido respuesta más que el pago por el oficio brindado.
De pronto, el sonido del timbre anuncia la llegada del cartero, quien junto con desearle una feliz Navidad, le entrega un hermoso sobre, con una tarjeta adentro.
Soledad inspira hondo, y mira la misiva con extrañeza, le parece conocido ese trabajo... ¡Y claro! La escritura es la suya, de puño y letra - ¿Cómo pudo haber pasado esto? ¡Qué raro! - Resignada a lo que viene, corta el borde y retira la creación. En la tarjeta de Navidad que tardó horas en ser arreglada y engalanada, estaba dibujado en letras cursivas: "¡Feliz Navidad querida amiga! ¿Cómo has estado? Te he echado mucho de menos y espero que pronto nos podamos reunir a compartir como antes. Mis mejores deseos..." La diseñadora no quiere leer el nombre a continuación. Lo tapa con sus dedos. Y con el mismo cuidado que descubrió la tarjeta, la vuelve a cubrir dentro del sobre y enciende la chimenea y el árbol navideño.
Al día siguiente, muy temprano por la mañana, el afanoso cartero deposita decenas de cartas y tarjetas de agradecimiento en la casa de Soledad.
sábado, abril 07, 2007
Para soledad, con cariño
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1 comentario:
Hola Feli!!!
Sólo pasaba para dejarte un saludito.
Cuándo tendremos noticias tuyas desde el sure???
Un abrazo!!!
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