martes, junio 19, 2007

El Árbol

En una tierra lejana de la imaginación más recóndita, se erguía penoso un árbol tan anciano que había visto nacer estrellas y morir soles en el infinito. Tantos meses lo habían transitado, que uno no se podría extrañar de la incontable cantidad de ramas, hojas, brotes y hogares para insectos que había producido aquel milenario padre, brindando además la fruta que alimentaba a los seres que allí habitaban. Los pobladores habían aprendido a servirse de ella sólo cuando fuese necesario, sin tomar más alimento de lo prudente, pues conocían por experiencia los efectos de una indigestión; y tampoco podían privarse en un ayuno prolongado, pues la fruta era como un aguijón diario y necesario, aunque el sabor agrio, a veces irónico e incomprensible, no gustaba a la mayoría. En el fondo todos sabían que el macizo contenido de la pulpa de los frutos los animaba a crecer; pese a que muchos desanimaba tragarlo.

En esa tierra lejana de la imaginación más recóndita vivían quienes soñaban con tener un árbol que les diera una fruta más dulce, otros se conformaban y hasta daban gracias por lo recibido; unos cuantos pensaban en cómo hacer que el árbol, hijo del mismo tiempo, les diera el gusto que ellos quisieran en su exigente paladar. Los menores eran los que menos complicaciones mostraban a la hora de comer; en cambio los mayores eran los que más demoraban en morder, masticar y deglutir, varias veces en forma angustiante. Casi nadie estaba indiferente o apático ante el imponente vegetal, pero no faltaba quien trataba de ignorarlo o que éste no se diera cuenta de su presencia, dejando a otros la tarea de recoger, limpiar,y procesar el alimento, para, una vez listo, poder desayunarlo sin dificultades. ¿Cómo se llamaba aquel árbol cuyos frutos debían ser ingeridos por todos? de seguro se están preguntando eso. Es un nombre que todos conocemos, pero que para cada uno significa algo distinto, un idioma de una palabra... el viejo árbol de llamaba y aún sigue llamándose El árbol de los Problemas.


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