sábado, septiembre 29, 2007

Tú, usted y yo (parte II)

Siguiendo con el tema planteado hace algunos días atrás, hay un componente importante a la hora de decidir tutear a alguien desconocido, más allá de la edad, cultura o conductas sociales; y es la toma de poder, a modo de primer ataque, de la persona que tutea a otra, sin la confianza ni el permiso (a veces no verbal) de la otra persona. Cuando, por ejemplo, en el trabajo una persona quiere imponer sus términos, prefiere usar el con el otro, evitando la diferencia y la cierta sumisión del uso de usted, ya que en el trabajo el usted implica una distancia, un respeto (natural o simulado) y un reconocimiento de la posición que se tiene frente al superior, ya sea jefe o no. En cambio, al tratar de en esa misma situación, se lee como trasfondo el imponer las reglas, quién está frente a quién; y sobretodo si con esto se pasan a llevar ciertas normas no escritas de comportamiento en la pega.
Esto se puede ver claramente en un hospital, en donde las jerarquías de trato están establecidas entre profesionales y técnicos, entre las personas nuevas y los que llevan más tiempo en el rubro, y también entre los trabajadores y los pacientes.
No deja de extrañar la confianza que cae en la falta de respeto que se toma la mayoría de los funcionarios a la hora de tratar con pacientes, muchas veces mayores que ellos, tuteándolos como si fueran grandes conocidos; y debe ser incómodo para ellos, ya que en su condición de pacientes se ven limitados en su enfermedad o recuperación, quedando un poco a la deriva si pedir o no un poco más de deferencia o cordialidad en el trato. Y claro, como dije, es una forma de señalar quien manda, y como muchos funcionarios no pueden tener este tipo de trato con sus superiores, entonces tratan de desahogarse con los pacientes. Si se ve desde este punto de vista, una maniobra que cae en lo cobarde y patético.
Ahora bien, esto del tuteo puede tener otra connotación; la de tratar de “estar al nivel” de otra persona en la escala social o el lugar de trabajo. Así, si el jefe se da esas licencias con las personas y uno tiene buena relación con el jefe, también actúa de esa forma; y lo mismo en las reuniones en sociedad o apariciones en público, en la televisión, etc; queriendo parecerse a otra persona que tiene más fama, poder o reconocimiento.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que esto del y usted cambia según los países y las costumbres locales, y lo que en una parte pueda parecer irrespetuoso, en otro lugar puede ser natural o común. Un tema que, sin duda, es una interesante muestra de la cultura y costumbres personales y sociales.

sábado, septiembre 22, 2007

Calor de Hogar

Esta vez voy a hacer algo diferente. No me voy a extender en demasiado comentando sobre un tema; al contrario, voy a ser breve, tan breve que únicamente quiero dejar plasmada una frase a modo de pensamiento que me vino hace algunos días atrás en Puerto Varas: "El hogar no es sólo un lugar... es un sentimiento".


martes, septiembre 11, 2007

Una historia para contar

Eduardo era un abnegado padre de un hijo complicado, sacudido por los empujones de la adolescencia rebelde, contestataria, aquella que supuestamente navega a la orilla de la madurez. El joven gustaba de encerrarse en su cuarto para jugar por horas frente al monitor de la computadora, a la cual también le pedía servicios de correo y conversación simultánea. Sus ropas se veían teñidas de colores más sombríos que antes, y la música que martillaba las paredes era bastante más estridente que la de su padre cuando tenía la misma edad.
Las tardes de claustro en su dormitorio llevaron a Eduardo a pensar seriamente la idea de motivar a su hijo en otras áreas, como salidas al aire libre, la práctica de algún deporte o despertar en él un contagioso interés por la lectura, la pintura o el arte en general. Pero las conversaciones de padre a hijo pocos frutos arrojaban, eran como decir "tú en lo tuyo, y yo en lo mío, así nadie molesta a nadie". Nada llamaba la atención del hijo fuera de su propio mundo juvenil.

En una noche de oportunista desvelo, Eduardo tuvo una idea novedosa, que de seguro tenía posibilidades de funcionar. Bajó las escaleras mimetizado por la noche azulada, y fue pacientemente alimentando su plan; cambiando el orden de los libros y revistas de su biblioteca, y en un lugar estratégicamente desolado, colocó los ejemplares que más importancia habían tenido en su vida. Allí, ordenados en filas que empujaban hacia adelante, en diferentes estanterías, como queriendo perder el equilibrio, allí modelaban callados libros de pintura, novelas de autores latinoamericanos, poemarios, revistas de fútbol, biografías, historias de amor, libros delgados y altos; suntuosas enciclopedias y tomos ilustrados. Al terminar la estudiada distribución de los libros, Eduardo procedió a dejar intencionados escritos en los rincones del mueble.
A la mañana siguiente, Eduardo fue a su trabajo, mientras que su hijo trabajaba jadeando sueños. Cuando Fernando despertó, hizo su habitual recorrido hacia el refrigerador, pero al pasar por la sala de estar notó que la biblioteca estaba movida y que lucía diferente, como si la hubieran instalado hace poco. Se acercó algo, no mucho, lo suficiente como para no sentirse atraído por la tediosa colección de papá. No obstante ello, no pudo salvar su mirada de un pedazo de papel mal recortado, que sobresalía sencillo de entre los libros. Fernando tomó un ejemplar, lo adelantó rápidamente con su pulgar, y lo colocó donde estaba. Lo volvió a hacer con una novela, con una crónica y hasta con las dinámicas hojas de la revista "Triunfo". Al volver Eduardo de su consulta, observó de súbito que el papel escrito depositado la noche anterior estaba en un lugar diferente. Se sintió satisfecho en sus adentros, y ese atardecer fue escenario de una grata once, aunque Fernando estuvo más bien ausente de palabras, como de costumbre; esta vez meditando con los ojos en el fondo de la taza de su apacible té.
Cuando la noche volvió a mimetizar las siluetas de los muebles, Fernando bajó las escaleras para consultar la biblioteca, y rompiendo el orden lineal de los libros, se llevó uno a su cuarto para escudriñarlo, descubrirlo despacio, o aun para leerlo con esmero, vigilando que su papá no lo descubriera con las manos en las tapas, y luego hizo lo mismo con otro, y otro libro. En eso, inocente a las intenciones del joven, un papel trastabillado mostraba a la noche su mensaje, la advertencia que llamó la atención del muchacho; "Prohibida su lectura".

miércoles, septiembre 05, 2007

Tú, usted y yo

Una de las características de nuestro idioma español (y de muchos otros también) es que nos permite distinguir la forma de dirigirse a una persona que está enfrente como “” o “usted”; técnicamente hablando, diferenciar la segunda persona singular. Y en esta distinción hay muchos elementos interesantes a tener en cuenta.
Antes, cuando uno es niño o adolescente, la diferencia en el trato es más simple, ya que se suele llamar de a cualquier otra persona de la misma edad, o un poco mayor, y de acuerdo a las familias, a ciertos parentescos, como los padres, tíos, primos, etc; y usted a todos los demás.
Después con la adultez la cosa cambia, y la comunicación de o usted, ya no depende sólo de una antigüedad en la edad, sino que también de la posición social, profesional, laboral, pública, de mayor o menor confianza, de mayor o menor cariño, y no es extraño, entonces, encontrar a personas de más edad tratando de usted a un joven profesional, y éste, a su vez, dirigiéndose de a personas mayores, incluso de tercera edad, como suele verse en hospitales y centros de salud. Y digo incluso porque allí entran en juego las características propias de la educación y forma de ser de cada uno.


Personalmente, no puedo tutear a una persona mayor de edad, y me cuesta hacerlo con alguien mayor de 40 o 50 años, excepto si es familiar directo; y es que así crecí, es parte de mi cultura.
Pero debemos ser cautos y tener en cuenta que no siempre un es sinónimo de informalidad, de amistad o cercanía; y un usted equivalente a respeto, a autoridad o falta de confianza.

Son muchas las ocasiones en las que el uso de las dos formas se combina, se intercambia, como en conversaciones de amigos (¿cómo está usted compadre?), de parejas, de padres a hijos y de hijos a padres (en discusiones, queriendo enfatizar algo de forma sarcástica, molestias, formas especiales de afecto y amor, etc); y también esto puedo variar de acuerdo a la costumbre de moda (ahora es mucho más frecuente el en la televisión), la presión laboral y social, etc; e incluso en ciertos marcos y ambientes, es posible que frente a los otros a una persona se le diga de una forma, y en privado de otra…
Lo que no deja de ser curioso es la comparación entre los niños y los ancianos. Entre los primeros, suele abundar el uso del , y entre los mayores, el uso de usted

Aunque en el fondo, como decía un escritor "Todos los viejos llevan un niño en los ojos, y los niños a veces nos observan como ancianos profundos".
Después de todo, entre y usted hay distancias que perfectamente pueden reconciliarse. Eso depende del modo como hablemos, nos comuniquemos. Depende de tí... o usted.